No me exijas que no llore,
ni me impidas reclamar,
tu desamor a mi amor lo acaba de matar.
¡Te mereces con honores ser
llamado criminal!
No demandes que acepte tus
palabras
con el corazón lleno de quietud
y conformidad.
Mi piel ha comenzado a
enfriarse,
y en mis manos palpitan los clavos
que pronto las unirán a la cruz de la soledad.
Desde la distancia te observo
afligida,
mientras esquivo el acero frío de tu puñal.
Ese que sobre mi
alma anhela cincelar
las pocas palabras que usas para acabar
con las quimeras
de aquellas,
que deseamos ser tu verso
mejor.
Llueve sobre la ciudad
dormida,
y mientras fumas
apacible,
decretas que al amor que nos
unía
hoy le llegó su final.
¡Tengo pleno derecho a una lagrima derramar!
¡Tengo pleno derecho a una lagrima derramar!